¿Se imagina recibir una pequeña descarga eléctrica mientras realiza ejercicio? Suena como un método de tortura, ¿no? La primera vez que leí sobre electrofitness, fue lo primero que pensé; mi segundo pensamiento fue que probablemente era una moda que estaban probando los más fiebres del ejercicio.
Estaba equivocada.
Me cuentan medios internacionales --y un amigo que vive en España-- que se trata de un método que se está poniendo de moda allá entre quienes odian hacer ejercicio (o tienen muy poco tiempo disponible para hacerlo) pues esta técnica, que hasta hace poco sólo se empleaba en fisioterapia para la recuperación de lesiones, promete lograr, con 25 minutos semanales, los mismos resultados que dedicar horas al gimnasio de manera regular.
Desearía haber podido tener acceso de primera mano a este equipo para contarles mi experiencia pero no he sabido de algún lugar que lo implemente en Costa Rica (si alguno conoce, cuente). Así que, por lo menos, voy a resumirles lo que averigüé sobre la estimulación eléctrica muscular (EMS) aplicada al ejercicio.
En la vida cotidiana, nuestro sistema nervioso central manda constantemente impulsos eléctricos para controlar nuestras acciones musculares. La EMS utiliza este principio natural y envía impulsos de corriente eléctrica mientras la persona se ejercita, por medio de los electrodos que se colocan sobre el cuerpo, con el fin de activar más cantidad y tipos de fibras musculares. Empresas como BodyVIP aseguran que esto permite activar grupos musculares muy específicos y llegar a las capas musculares que son difíciles de alcanzar por medio del entrenamiento convencional.
“Se trabajan 350 músculos a la vez: mientras hacemos, por ejemplo, un ejercicio específico de bíceps la máquina hace que el resto del cuerpo no se relaje. Una sesión de máxima intensidad puede llegar a equivaler a tres horas de trabajo en el gimnasio", dijo a El Mundo Mario Ciudad, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y uno de los entrenadores del centro Efit.
Consultada sobre este tema, y basándose en literatura existente, la fisioterapeuta Marcela Calvo vio probable que, durante el entrenamiento con EMS, sean activadas simultáneamente cerca del 100% de las fibras musculares de manera mucho más intensa que a través del esfuerzo voluntario.
Esto es lo que permitiría lograr un aumento en el volumen muscular y en la fuerza más rápidamente y con menos esfuerzo que haciendo ejercicio convencional. También se pueden mejorar aptitudes específicas de un deporte si se activan los impulsos eléctricos mientras se entrena para esa actividad, asegura un estudio francés publicado en el European Journal of Applied Physiology en el 2011.
Eso sí, para lograr esos resultados, comentó Calvo, “es imprescindible que, al mismo tiempo que sentimos iniciarse la contracción por parte del electroestimulador y durante toda su duración, contraigamos al máximo la zona aislada donde se aplica con el fin de aprovechar la fuerza adicional hacia el exterior que éste nos proporciona.
Otro de los beneficios que promulgan sus defensores y con el que Calvo concuerda es que las articulaciones quedan liberadas del estrés que produce el tradicional levantamiento de pesas. Así, EMS reduce drásticamente la posibilidad de lesiones y los problemas derivados de la sobrecarga muscular.
Además, el preparador decide la intensidad de los impulsos eléctricos a enviar a cada grupo muscular de manera independiente o puede no enviarlos a zonas donde el que se ejercita tenga molestias o lesión.
¿Suena bien, verdad? Casi, demasiado bien para ser cierto; pero sobre los cuestionamientos a esta técnica de ejercicio hablaremos luego.