El creador de robots Hiroshi Ishiguro nació en Kioto, Japón, en 1963, y tiene su laboratorio en Osaka, donde incuba algunos androides de lujo y crea máquinas automatizadas más simples que harán tareas sencillas, como las que se realizan en la mayoría de los trabajos.
Precisamente en esta ciudad había conocido, allá por el 2006 o 2007, una planta de reciclaje de electrodomésticos de la Panasonic. Las refrigeradoras, las cocinas y las lavadoras ya desgastadas por el uso las colocaban en enormes cintas e ingresaban en una enorme trituradora ya sin alambres, gases tóxicos y otras piezas inservibles.
Al otro extremo lo que salían eran ya los pedazos listos para que se los llevaran a alguna fábrica donde los reutilizarían en nuevos electrodomésticos.
Haber conocido esa instalación de reciclaje era parte de una extensa agenda que incluía la feria de los fabricantes de televisores en Tokio, donde marcas como Hitachi, Sharp y Sony lanzaron en aquel año las pantallas de plasma y LCD. (Las LED vendrían después.)
En la feria encontré un pequeño robot para armar, pero se le perdió un pequeño tornillo y fue imposible luego armarlo y menos que funcionara. Solo sirvió para que la seguridad del aeropuerto de Los Angeles, en Estados Unidos, lo sacará de mi maleta de mano y lo revisarán entre dos o tres oficiales. Hasta que el jefe al mando decidió que era un juguete inofensivo y podía traermelo a Costa Rica.
Japón tiene una gran tradición en la robótica. Las viejas series de Ultra Man y Ultra Siete, que se veían en blanco y negro en los años setenta y ochenta, nos mostraban a gigantes humanoides luchando contra monstruos que invadían y querían destruir las ciudades.
De la ficción a la realidad pasaron algunas décadas. Pasará menos tiempo para ver a los robots cerca de nosotros.
Hiroshi Ishiguro cree que ya se tiene toda la tecnología para que en dos años los robots y androides empiecen a convivir con nosotros. Se harían cargo de una larga lista de tareas. El inventor no oculta ni disimula que los robots -equipados con inteligencia artificial y tecnologías de aprendizaje- nos sustituirán en muchos trabajos.
Él los fabrica con la misma apariencia de cualquiera de nosotros. Por ahora son un clon de sí mismo, al igual que ha creado otros con los mismos rasgos que sus colaboradores. Y, según dice, serán capaces de sentir, de pensar, de cuidar ancianos, de enseñar como maestros o profesores, de atender tiendas, restaurantes, trenes, buses,...
Lo que habíamos visto -de eso hablé en la última conferencia del Social Media Day en el Colegio de Periodistas en junio pasado, ya cuando no había nadie no sé si para bien o para mal- era que los robots ya estaban indiscutiblemente presentes en las fábricas: un proveedor de Apple sustituyó 60.000 trabajadores con robots; otras 34 empresas de Taiwán hicieron lo mismo, así como 600 empresas de Kunshan, en China, donde también ya se veían robots en tiendas y restaurantes.
En Estados Unidos -¿qué tendrá que decir Trump al respecto? ¿les hará un muro?- ya se utilzaban 260.000 robots en las fábricas y para este año 2016 se esperaba que se incorporarán otros 32.000. De hecho, fabricantes como General Motors pasaron de 100.000 a 5.000 trabajadores, leí en un artículo que hablaba de los cambios sociales de la cuarta revolución tecnológica.
Por supuesto, no son robots como los de la película de Will Smith, o los androides de esa foto de Hiroshi Ishiguro, realizando las mismas operaciones que los antiguos obreros, con sus loncheras y gorras beisboleras. En muchos casos se trata de grandes brazos mecánicos que realizan operaciones de armado de automóviles o de máquinas más sofisticadas que ensamblan los chips o procesadores.
El Oxford Martin School calculaba que el 47% de los empleos serían sustituidos por alguna tecnología, ya que eran de tareas rutinarias. No solo eran puestos de operarios. También incluía carteros y distribuidores de paquetes, chóferes y taxistas, agentes de viajes, cocineros de comidas rápidas, empleados de tiendas y supermercados, cuidadores de mascotas y recepcionistas.
El resto eran trabajos que requerían creatividad, inteligencia emocional y eran difíciles de automatizar. Hasta ese momento.
Recientemente un sistema de inteligencia artificial fue capaz de crear música y en la anterior feria de tecnología de Tokio, precisamente a mediados de este año 2016, un inventor presentó a Zenbo, un robot que canta, cuenta historias y puede ayudar en las tareas domésticas con solo que su dueño se lo ordene.
Piense en las antiguas telefonistas. ¿En cuál empresa todavia hay una?
Los cajeros de supermercados y tiendas tienen los días contados, lo mismo que los empleados encargados del check in en hoteles y aeropuertos.
En los supermercados y tiendas ya está la tecnología -y varias tiendas en EE. UU. lo usan- de cajeros de autoservicio: usted hace su recorrido y recoge en la canasta o en su carrito de compras lo que se va a llevar. Luego se acerca al cajero de autoservicio, coloca la bolsa, va pasando cada producto por el lector -que al mismo tiempo registra el producto para la cuenta y le desactiva el chip de RFID de seguridad- y lo coloca en la bolsa y, finalmente, paga con su tarjeta, su móvil o con cualquier otro sistema electrónico.
En no pocos aeropuertos el check in se hace en máquinas donde lo que uno digita son unos datos y ella le entrega el pase de abordar; solamente hay un empleado de la aerolínea por si se presenta algún inconveniente. El pase también puede ser enviado a su smartphone y cuando ingresa a la puerta de abordaje se pasa el móvil frente a un lector.
Por ahí había visto (leído) un hotel donde el chequeo de ingreso o el de salida lo hacían unos robots, también.
Y ya Amazon y ahora UPS prueban drones para entregar paquetes de compras a los usuarios que, además, han dejado de visitar tiendas (que lo diga Macy's que tuvo que cerrar varias y lanzarse a la venta en línea) precisamente porque compran lo más que pueden a través del comercio eletrónico.
A países como Costa Rica puede que algunos de estos robots y máquinas tarden en llegar (los cajeros de autoservicio ya se venden localmente y se utilizan en algunos pocos lugares, por cierto). Aunque no me atrevería a ser tan escéptico, sin pecar de acelerado: Watson -el sistema de inteligencia artificial de IBM- no tardó en llegar, lo mismo que Internet de las cosas y el big data.
Hay un proceso de aceleramiento en el desarrollo de las nuevas tecnologías que no debe dejarnos sorprendidos.
Los automóviles inteligentes se esperaban para el 2020 y más allá. Ya vemos que los fabricantes ahora compiten por ponerlos en las calles y es posible que se masifiquen más pronto de lo pensado.
La industria tecnológica dice que esta revolución creará nuevos empleos donde se ocuparán las nuevas generaciones y lo que hay que hacer es reeducar, que los abogados, médicos, administradores, comerciantes, psicológos, mercadológos, todos, aprendan a ser también científicos de datos y usen las nuevas tecnologías.
Economistas como Jeremy Rifkin ("El fin del trabajo") ya advertían a la altura de 1994 que en las revoluciones tecnológicas anteriores había donde reubicar a los trabajadores y que eso es cada vez más dificil de hacer hoy.
Los que fueron expulsados por la mecanización de la agricultura migraron a las manufacturas; los que salieron de las fábricas, o al menos sus hijos, fueron empleados en el Estado y el sector de servicios.
Sin embargo, dicen que ya estos dos sectores no dan abasto, tienden a reducirse por el peso fiscal que supone el sector público y la automatización que también los invade.
Así, advierten, no hay dónde reubicar a las nuevas generaciones que vienen empujando para trabajar ni a los desplazados desde las empresas y el Estado.
"Una gran mayoría de los trabajadores se sienten completamente faltos de preparación para asumir la transición a la que deben enfrentarse", afirmaba Rifkin hace 20 años.
¿Habrá cambiado algo eso pese a que hoy tenemos gente que conoce más de computadoras y paquetes de oficina?
Hiroshi Ishiguro dice que los androides serán como los automóviles Lamborghinis, que veremos más robots pequeños y simples en tareas cotidianas, que lo único que habrá que pensar es cuál será útil para cada situación y que mejorarán nuestra calidad de vida.
Esperemos, pero no creo que sea eso lo único en que habrá que pensar.