Lo que más recuerdo del profesor de filosofía del Liceo San Carlos no era precisamente las explicaciones sobre la búsqueda del conocimiento, sino las conversaciones que teníamos en los recreos sobre futbol.
En la universidad la clase de filosofía la daba un tipo se sentaba en un pupitre al frente y hablaba. ¿De qué? Lo único que recuerdo es la palabra alemana weltanschauung, que significa "visión del mundo", porque ese fue el apodo que le dimos.
Después me interesé, por mis propios medios, en los cursos de lógica, para aprender a pensar y a razonar. Ahí sí quise sacarle el jugo, pues con la lógica, primero, y luego con las lecturas de filósofos modernos se aprende a interpretar y analizar.
Que me equivoque todo el tiempo, es otro tema y mi responsabilidad.
Con la cuarta revolución tecnológica en avance acelerado y hay gente que cuestiona si realmente se necesitan los filósofos –y por extensión, sociólogos, comunicadores, antropólogos, trabajadores sociales, planificadores– cuando hay tanta demanda por informáticos.
Los comunicadores están, junto con los profesionales de letras y artes, a la cabeza de la generación de contenidos, producción de storytellers, comunicación en redes sociales y publicidad digital.
No se viste un santo desvistiendo otro.
Según un artículo del Foro Económico Mundial para esta nueva era se requieren varios talentos: creativo, operativo, predictivo y directivo. Asi, ésta es la cuarta revolución tecnológica y la primera revolución del talento.
Y en ella: "Harán falta especialistas, pero también filósofos".
¿Por qué?
"Será ya imprescindible no solo analizar la realidad sino entenderla y relacionarla. Habrá que contar con personas capaces de ir más allá del dato para que nos descubran el valor de los hechos como indicadores de un rumbo, como categoría".
¿Y eso no lo pueden hacer los nuevos sistemas? "Hay componentes del ser humano que escapan del lenguaje binario, del dato frio y racional".
El novelista ruso del siglo XIX Fiódor Dostoyevski decía en Crimen y Castigo: "Tenemos los datos, el resto es la interpretación".
¿Y eso no lo pueden hacer los que sacan administración, ingeniería, finanzas, mercadeo, estadística, matemática?
Sí, si cuentan con los conocimientos, habilidades, capacidades y competencias que dan la lógica y la filosofía para descubrir, por debajo de los hechos particulares, cuáles son meras coincidencias y cuáles son los fenómenos o tendencias existentes.
Los filósofos pueden ayudar a formar y desarrollar las competencias y talentos analíticos en estos profesionales. Solo que no basta con un curso de lógica y otro de filosofía. Se requiere una formación integral.
Los filósofos y la gente de ciencias sociales también pueden estar al frente de los equipos de análisis, pues combinan el dominio de herramientas científicas de datos, incluyendo la estadística, con la capacidad de razonar, hacer síntesis, ver contradicciones, descubrir lo que es esencial y qué es lo aparente, lo superficial, o determinar la causa y su consecuencia.
Se manejan categorías de razonamiento, se construyen silogismos y se descubren falacias o errores de razonamiento a la hora de obtener conclusiones.
De hecho la industria tecnológica también ha recurrido a profesionales de las ciencias sociales.
Intel Corp. tenía, nos dimos cuenta hace cinco o seis años, un programa dirigido por antropólogos. Su tarea era estudiar cómo utilizamos las personas los dispositivos y la tecnología.
Con esa información, la idea era diseñar cosas usables. Precisamente la usabilidad es un término que emplean quienes diseñan sitios web y que requiere observar, medir y analizar qué hacen las personas con los dispositivos.
No hay otra forma de entender el auge de la banca móvil en África sino es estudiando como poblaciones alejadas de los centros urbanos, en zonas inhóspitas, pueden recibir el mensaje de una remesa enviada por sus familiares en Europa y en Estados Unidos.
Luego van a un comercio cercano (algo así como una pulpería) y pueden llevarse parte o todo el efectivo, o pueden comprar víveres y lo que necesiten.
Para entender eso y para ayudar a mejorarlo se requieren, no solo informáticos y gente de telecomunicaciones. Allí entra la economía, la sociología, la antropología, la psicología y la historia.
También es posible entender cómo la tecnología empezó a permear a los abuelos estadounidenses cuando se ve cómo aprendieron a usar Skype para comunicarse con sus hijos y para conocer a los nietos recién nacidos que vivían en la otra costa o en una ciudad lejana.
Estos son fenómenos sociales cuya comprensión exige de científicos sociales.
Incluso, en nuestro país, hace unos años se hizo un estudio en la zona de Los Santos sobre cómo –basándose en el concepto sociológico de las redes sociales– se descubren los líderes de una comunidad para, con ellos, impulsar el uso de la tecnología en el resto de la población.
Eso sí, por supuesto, se requiere que en ciencias sociales y en filosofía también empiecen a preocuparse por los problemas que plantea el avance tecnológico y cómo se pueden aprovechar mejor los avances de la cuarta revolución.
¿Con cuál enfoque? Crítico, sí. Porque en la crítica está el germen de la innovación y eso hoy lo necesitan tanto las instituciones como las empresas, incluyendo a las micro y pequeñas, a los agricultores y a los artesanos.
También se requerirá ese esfuerzo para empoderar a los usuarios a hacer un mejor uso de la tecnología.
En el campo del empleo, por ejemplo, pues la brecha se ampliará entre quienes puedan aprovechar la tecnología y quienes se queden rezagados.
A un campesino se le puede mostrar cómo desde su celular –el que ya tiene– obtiene información de precios, clima, temperatura y canales de venta de sus productos.
A un artesano también se le puede mostrar cómo colocar sus productos en sitios web, en Amazon, en Alibabá y vender a un mercado que todavía no se da una vuelta por el mercado de artesanía ni tiene pensado venir a conocer estas tierras.
Para esto se necesita identificar cuáles factores culturales están provocando la resistencia para usar las nuevas y viejas tecnologías. Y hará falta que alguien impulse procesos donde la gente se apropie, use y aproveche los dispositivos y sistemas en actividades productivas y sociales.
Cuando trabajé en capacitaciones de microempresas se hacían prácticas de cómo calcular los costos y sacar el precio de venta, a hacer planes de mercadeo sencillos, a tener algún plan de negocios, a aprender a usar sus finanzas.
Para lograrlo sabíamos que no era suficiente enseñarlo en un aula. Nos íbamos a sus talleres y a sus casas en Paso Ancho, los Hatillos, Sagrada Familia, Barrio Cuba, Aguantafilo, la 15 de Setiembre, la Corina Rodríguez y otros barrios de Alajuelita.
Aunque de pronto no tengan que ir hasta estas comunidades, ese tipo de labores un geek o a un ejecutivo de una firma global o de una local, que habla con una terminología de la estratósfera, puede que no le sea tan fácil auque tenga buena voluntad. No lo es.